Bienaventurados los que crean

Juan 20,19-31 – Bienaventurados los que crean

Bienaventurados los que crean

“Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos.”

Domingo de la 2da Semana de Pascua | 16 de abril del 2023 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Hechos 2,42-47
  • Salmo 117,2-4.13-15.22-24
  • 1 de Pedro 1,3-9
  • Juan 20,19-31

Reflexión sobre las lecturas

Bienaventurados los que crean

El que crean nuestros hermanos es obra del Espíritu Santo; es Gracia de Dios. A nosotros, los que hemos recibido esta Gracia nos toca vivir de tal modo que llame la atención y convenza. Esto es, en completa coherencia con el Evangelio, tal como vivían los primeros cristianos.

Algunas veces parece que tal como el amor esponsal, cuando es auténtico, en los primeros días se nota en cada gesto, en el semblante de cada uno de los novios, en cada detalle que tienen el uno con el otro. Sin embargo, con el tiempo parece que se enfría.

Van surgiendo las diferencias y una que otra pequeña intolerancia que, si no es tratada en el momento, con el tiempo y los años, puede dañar la relación e incluso la convivencia. Y así, si no se corrigen a tiempo, crean o no, se van levantando muros, que no derribados a tiempo luego resultan impenetrables.

Bienaventurados los que crean

El que crean es Gracia de Dios

Sin la Gracia de Dios es imposible que crean nuestros hermanos. Ello nos debe llevar a dos cosas: primero y antes que nada, es fundamental nuestra oración. Pedir fervientemente que nuestros hermanos crean. Que el Señor les otorgue esta Gracia.

Pero tan importante como nuestra oración constante y permanente por ellos ha de ser nuestra oración por nosotros mismos, para que seamos testigos coherentes y creíbles del amor de Cristo. Esto quiere decir que debemos dar testimonio de nuestra fe con nuestros actos y actitudes.

No se puede aparentar, ni fingir, porque ello inmediatamente se nota y nada daña más la fe y el amor que la hipocresía. Ser auténticos testigos, coherentes y perseverantes, portadores de la mejor noticia del universo, es Gracia que Dios concede a quien se la pide con humildad y fervor.

Que crean en Él

Para que crean en Él, es la luz de Cristo la que debe vivir y brillar permanentemente en nosotros. Ello, como se comprenderá, no es obra nuestra. Es obra de Dios. Es Gracia que Él concede a sus hijos. Hemos de pedirla y hacernos disponibles.

Ser instrumentos auténticos y creíbles de la fe Cristo, que atraiga a nuestros hermanos, que viéndonos se sientan intrigados y quieran saber de dónde sale esta fuerza, esta atracción contagiosa. Que finalmente descubran que es Cristo quien vive en nosotros.

¡Qué misión! Si, efectivamente, conociéndonos como nos conocemos, parece imposible. Pero recordemos que no somos nosotros, sino Él quien lo hace posible. Para Él no hay imposibles. Si podría hacer que las piedras lo alaben, cuanto más cualquiera de nosotros.

El que crean está en Sus manos

Nosotros somos meros instrumentos de fe. O, más bien, eso es lo que hemos de pedir: ser instrumentos en sus manos. ¡Qué difícil! ¿Cómo puede Él transformar estos garabatos en líneas rectas? ¿Cómo hará de nuestros balbuceos verdaderas melodías? Eso ya no nos compete. Nosotros creamos y entreguémonos.

Pidamos ser cada vez menos, más pequeños e insignificantes, para que sea Él quien habite y brille en nosotros. Que sea Él y no nosotros a quienes nuestros hermanos puedan ver y de quien puedan quedar prendados, como alguna vez seguramente ocurrió con nosotros. Para que crean.

Esta no es una tarea fácil, pero, nuevamente, no depende de nosotros. A nosotros nos toca ser simples y humildes testigos de Su amor, convirtiéndonos en Sus instrumentos. Tal y como lo defines San Francisco en su conocida oración.

Oración:

Padre Santo, te pedimos que tomes íntegramente nuestras vidas y hagas de ellas instrumentos útiles, que ayuden a nuestros hermanos a conocerte y mediante eso salvar su almas y las nuestras. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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