Has de ver cosas mayores
Has de ver cosas mayores. Y le añadió: «Yo les aseguro: verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Miércoles, Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael | 29 de setiembre del 2021 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Daniel 7,9-10.13-14
- Salmo 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8
- Juan 1,47-51
Reflexión sobre las lecturas
Has de ver cosas mayores
La promesa que Cristo nos hace o más bien la revelación es que no tenemos una idea de quien es Jesucristo en realidad. No hay nada que podamos intuir o imaginar que nos permita conocerlo con certeza. El está más allá de cuando podamos imaginar o especular.
Esto debe atraernos, inquietarnos y aun seducirnos. Sin embargo no hay nada que conozcamos que pueda proporcionarnos una idea semejante a quién es en realidad. Nuestra imaginación no puede abarcarlo.
Esta idea debe llenarnos de gozo, de alegría, de esperanza, de ansiedad, sabiendo que cualquier cosa que imaginemos será por completo rebasada. Toda expectativa quedará completamente superada.

Nada que podamos imaginar se le compara
Entender quién es Dios, no cabe en nuestras modestas cabezas. No tenemos la inteligencia suficiente para lidiar ni con su sombra, ni con su reflejo, ni con su aroma. Me temo que ni el Universo todo con sus miles de millones de estrellas, en el supuesto que pudiéramos abarcarlo, nos permitiría explicarlo.
Dios es pues el innombrable. Él se ha hecho hombre como nosotros para salvarnos. Palabras que se dicen muy rápida y fácilmente, pero que no llega a encerrar a contener el significado profundo y extenso de lo que significa este hecho.
Así como no legamos a comprender quien es Dios; así como nos resulta imposible abarcarlo en su debida dimensión, nos resulta imposible comprender en su integridad de qué nos está salvando. Pero puesto que Él mismo nos lo revela, hemos de entregarnos por completo a Él como resultado de un acto de fe.
Solo Dios nos puede dar la fe que necesitamos
Pero ni la fe nos alcanza, porque no somos capaces de generar una respuesta tan completa, tan perfecta como la que Él merece. Por lo tanto, la única respuesta posible será la que podamos dar con Su ayuda. Es decir que, sin Él, somos nada.
Por eso hemos de orar incansablemente. Pedirle constantemente su apoyo, su intervención, su inspiración, su sostén. Nada, absolutamente nada de lo que podamos imaginar, de lo que podamos haber vivido o soñado lo equipara. Hemos de ver cosas mayores.
Abandonémonos en sus brazos. Hagamos lo que Él nos dice. Pidamos conocer, oír, discernir Su Voluntad. Que por lo menos nos aproximemos a ella. Que nos guie; que nos lleve; que nos empuje; que nos arrastre. Que nos permita configurarnos con Él.
Dios inabarcable, configúranos contigo
Ello será imposible si Él no lo quiere y permite. Pidamos que así sea. Que se haga dueño de nosotros: de nuestros deseos; de nuestra inteligencia; de nuestras palabras; de nuestros gestos; de nuestra voluntad.
Que no haya nada que podamos decir o hacer que no exprese Su Voluntad. Renunciemos totalmente a nosotros. No hay nada que valga la pena si no proviene de Él. Hagámonos siervos, esclavos suyos. Hagamos nuestra Su Palabra.
Que seamos cauce y jamás dique de contención. Que fluya por cada átomo de nuestro ser Su Espíritu. Solo cuando sea Él quien vive, se expresa y actúa a través nuestro estaremos aproximándonos a hacer lo que Él espera de nosotros. Solo entonces tendrán sentido nuestras vidas.
Oración:
Padre Santo, que no sea yo, sino Jesucristo quien viva en mí. Que no busque nada más que hacer Su Voluntad. Que no me mueva nada ni nadie que no sea Él. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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