el mundo se alegrará
«En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo.”
Jueves de la 6ta semana de Pascua| 26 de Mayo del 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
Reflexión sobre las lecturas
el mundo se alegrará
¡Cuidado con confundirnos! No siempre e incluso, tal vez casi nunca, la alegría del mundo será la nuestra. No nos reprochemos, entonces, si cada vez comprendemos menos aquello de lo que disfruta el mundo. Esa puede ser una buena señal de conversión.
Nos pasa a todos que conforme avanzamos en el Camino de la fe, vamos despojándonos de todo aquello que constituye un lastre, de todo gusto o atractivo mundano. Muchas cosas se van haciendo incomprensibles, incluso grotescas.
Llega un momento en el que parece que habláramos otro idioma con quienes nos rodean, si no tenemos la Gracia de compartir con ellos la misma fe o profundidad en ella. Así, eso que a muchos alegrará a nosotros puede causarnos tristeza e incluso dolor.
Nuestra alegría no es de este mundo
Nos resulta cada vez menos comprensible aquello en lo que muchos de nuestros familiares o amigos invierten su tiempo. Pasar horas viendo televisión, como antes solíamos hacerlo, parece lo más absurdo. Resulta una pérdida de tiempo, por más intrigante o novedosa que sea la película o el programa.
Incluso pasar toda una tarde o una mañana viendo fútbol o tenis, que finalmente diríamos que son deportes, no solo inofensivos, sino hasta edificantes, nos acarrea incomodidad y remordimiento. No porque sea malo, no; sino que siempre encontraremos que podríamos haber dedicado nuestro tiempo escaso a otra cosa más a tono con nuestro propósito en la vida.
Es que aquello del ocio elegante o el merecido descanso, ya no se nos da. No porque reneguemos de nosotros mismos, sino porque hemos llegado a identificar a este “demonio del medio día”. Todos influenciados por los valores de la cultura reinante, somos proclives a auto gratificarnos y por tanto, auto recetarnos tiempos de descanso, de relax, de distensión o de simple diversión.
La alegría del mundo no siempre es la nuestra
Vivimos en un mundo que constantemente nos está llamando a disfrutar en todo y con todo. Y no es que esté mal disfrutar, pero nosotros sabemos que ese no es el propósito de la vida, por más que a cada rato te lo repitan como un karma. Así, el mundo se alegrará, pero nosotros no siempre encontraremos motivo.
Y no es que no estemos alegres. Podemos estar permanente y profundamente alegres y sin embargo no compartir las razones, los motivos y las actitudes que llevan a nuestros hermanos a buscar estar alegres, como una actitud o forma de afrontar la vida, venga lo que venga.
Ocurre que la razón por la que estamos alegres es la única trascendente, permanente, definitiva e incomparable, por la que sí hemos de estar siempre alegres. Pero ella tiene poco o nada que ver con lo que estemos viviendo.
Nuestra alegría es Cristo
La razón es, el haber encontrado la Verdad, aquella única capaz de dar sentido pleno a la Vida. Aquella que no depende de nosotros, de nuestras cualidades o capacidades, ni del mundo que nos rodea, sino única y exclusivamente de Dios Padre, nuestro Creador.
Saber que Él nos ama y que nos ha destinado a vivir en plenitud eternamente con Él y que lo ha hecho posible a costa de la vida de Su propio Hijo, sobrepasa cualquier otra expectativa, proyecto, propuesta o motivación a la que pudiéramos aferrarnos en este mundo.
Por ello, nuestra alegría es plena, insuperable e irreductible. No hay nada que pueda igualarla, desplazarla o sustituirla. Pero no es la alegría de este mundo, que pretende que metamos la cabeza en un agujero como el avestruz, simulando que no pasa nada y que nada importa.
La razón de nuestra alegría es objetiva
Esa no es la alegría cristiana. No es frívola, ni la motiva el deseo de ser feliz o simular serlo a cualquier precio y con lo que sea. No es nuestra mirada, nuestra actitud o, como está de moda decir, nuestra percepción la que nos hace felices y alegres.
Estamos felices y alegres aun cuando el mundo pueda no estarlo, porque Jesucristo ha triunfado sobre la muerte. ¡Por que ha resucitado! Porque su resurrección nos da la certeza de sus promesas, dando el único sentido posible a nuestras vidas.
No importa lo que tenga que pasar, seguiré el Camino que Él me ha señalado y por el cual Su Espíritu Santo se encargará de llevarme de la mano, para llegar a las moradas eternas prometidas por nuestro Padre del Cielo para todo el que crea en Él. ¡Creo, Señor! ¡Pero aumenta mi fe!
Oración:
Padre Santo, danos la Gracia de mantenernos fieles en la fe y vivir como Tú Hijo, nuestro Señor Jesucristo, de modo que merezcamos llegar al Cielo para alabarte, adorarte y bendecirte eternamente. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
(199) vistas