Echen la red
“Él les dice: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces.”
Viernes de la Octava de Pascua| 14 de abril del 2023 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Hechos 4,1-12
- Salmo 117,1-2.4.22-24.25-27a
- Juan 21,1-14
Reflexión sobre las lecturas
Echen la red
El Señor se manifiesta abiertamente a quien lo quiere encontrar. Hay que estar atentos para oírle y hacer lo que nos manda. Echen la red a la derecha de la barca les dice el Señor y encontraron tal cantidad de peces que por poco se hunde la barca.
Jesucristo no solo está con nosotros, camina con nosotros, sino que está atento a nuestras acciones para colmarlas abundantemente, cuando hacemos Su Voluntad. Nuestra tarea es estar atentos, escuchar, discernir y hacer lo que nos manda. El resto es obra suya.
Estar atentos exige llevar una vida en sintonía constante con Jesús. Diría que debemos estar más conectados a Él que lo que usualmente estamos a nuestros celulares y redes sociales. Así, cuando el nos diga echen las redes a la derecha o izquierda, procederemos en forma inmediata.

Echar las redes exige escucha
Si no vivimos en permanente unión a Cristo, ¿cómo habremos de escucharle y saber lo que nos manda? La Voluntad de Dios ha de ser ley para nosotros. Es lógico. Dios es la Verdad y la Sabiduría plena. Sería absurdo pretender enmendar Su Palabra.
Si Él nos dice echen la red, tenemos que proceder en el acto. Todos los obstáculos, dudas, temores, razonamientos y consideraciones que inmediatamente surgen en nuestro interior, son obra del Demonio, que no quiere que le hagamos caso ni tengamos éxito.
Tenemos que aprender a reconocer las estrategias del enemigo. El siempre interviene para infundirnos pesimismo o derrotismo. No le hagamos caso. El tratará de convencernos de la inutilidad de nuestro esfuerzo, de lo mejor que podríamos estar si no intervenimos, si no nos comprometemos.
Hemos de discernir la Voluntad de Dios
Es muy fácil engañarnos, pretendiendo que hacemos la Voluntad de Dios, cuando en realidad estamos haciendo nuestro capricho. El discernimiento es fundamental y entablar un diálogo con el Señor a través de la oración y a escucha. Él se manifiesta a quien con humildad y sinceridad lo busca.
La vida cotidiana está plagada de decisiones, unas más importantes y trascendentes que otras, seguramente. Pero todo el tiempo estamos decidiendo entre nuestra voluntad o la suya. La diferencia puede parecer sutil algunas veces y otras engañosa.
Lo que dificulta grandemente este discernimiento el día de hoy es que vivimos en una sociedad hedonista, en la que se nos ha vendido y hemos comprado, que hemos de optar por lo que nos gusta o nos resulta gratificante hoy y aquí. Es más; esto lo consideramos un derecho.
El derecho a ser felices
Con frecuencia estamos recibiendo mensajes en los que se nos estimula a buscar la felicidad, cifrándola en hacer aquello que queremos y que nos da placer. Así, merecemos descanso, vacaciones, distracciones, darnos nuestro gusto, disfrutar, vivir en paz y sin complicaciones.
Todo debe ser gratificante, por lo que huimos del sacrificio y de todo aquello que nos demanda esfuerzo, mucho más si no recibiremos ningún reconocimiento a cambio. Difícilmente se encuentra alguien dispuesto a dar sin esperar nada.
Diríamos que, en lugar de echar la red para llevar a nuestros hermanos al seguimiento de Jesús, estamos más proclives a caer en las redes de este mundo. Esta es la gran tentación, que, con la quimera de la felicidad plena al alcance de nuestras manos, aquí y ahora, nos aleja del propósito de la existencia que Dios nos da a conocer.
Dios o el Dinero
Esta disyuntiva que aquí esbozamos y que muchas veces se nos plantea de forma sutil e imperceptible es sobre la que Dios nos advierte cuando nos dice que tenemos que escoger entre Dios o el Dinero, pues no podemos servir a dos señores.
El mandato de echar las redes lleva implícito la necesidad de pescar en el mundo más hermanos, más almas para el Señor, porque solo en Él se encuentra nuestra salvación y por lo tanto la felicidad plena para la cual hemos sido llamados.
Nuestro destino es vivir eternamente con Dios en el cielo. Cualquier otra cosa que no nos conduzca a este propósito contenido en la Voluntad de Dios, es propio del Demonio y nos conduce a la perdición, aun cuando temporalmente pudiera darnos mucho placer.
Oración:
Padre Santo, danos la Gracia de entender que hemos de ser partícipes de la obra de salvación de nuestros hermanos para alcanzar nuestra propia salvación. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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