damos testimonio
En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no reciben nuestro testimonio. Si les hablo de las cosas terrenas y no me creen, ¿cómo creerán si les hablo de las cosas celestiales?
Martes de la 2ª semana de Pascua | 18 de Abril del 2023 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Hechos 4,32-37
- Salmo 92,1ab.1c-2.5
- Juan 3,5a.7b-15
Reflexión sobre las lecturas
damos testimonio
Estamos todos llamados a dar testimonio de lo que hemos visto y oído. Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva (Mateo 11,5). Todo esto es real. Ha ocurrido, tal como testificaron los apóstoles y una multitud de discípulos y seguidores.
En todos los tiempos, desde entonces, encontramos hombres y mujeres que conociendo estos hechos e inspirados por ellos, nos han dado a conocer a Jesucristo, el Hijo de Dios. Y esta multitud, no habla solo de aquello, sino de las transformaciones de sus propias vidas y realidades.
Todos, cuantos hemos sido tocados por el Señor, sin importar el tiempo o el lugar en que hemos nacido, damos testimonio de Su majestad. Él es el Hijo de Dios, siempre vivo, que transforma nuestras vidas y el mundo entero por la fe que nos mueve a confesar en lo que hacemos.
Testimonio de los primeros cristianos
La vida del cristiano ha de ser llamativamente distinta a la del mundo, porque damos testimonio, con nuestro modo de ser en el mundo, de aquello que nos mueve e inspira profundamente, hasta el extremo de estar dispuestos a dar la vida por difundirlo y defenderlo.
A eso nos ha llamado siempre la fuerza del Espíritu de Dios que habita entre nosotros. Sin embargo, cuando leemos este pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4,32-37) constatamos que, si bien todavía existen casos de tal radicalidad, en general tendemos a pasar desapercibidos.
En la historia, mal que le pese a nuestro adversario, todas las grandes gestas de la humanidad, todos sus más importantes logros, han sido inspirados, movidos y consolidados por el mismo Espíritu Divino. Ello nos ha traído hasta aquí.
Aun hoy damos testimonio
Después de poco más de 20 siglos los cristianos seguimos dando testimonio del amor de Dios en el mundo. Es cierto que habiendo crecido tanto, se nos ha dividido, pretendiendo acallar, manchar o hacer imperceptible este testimonio.
Sin embargo, por todas partes surgen voces nuevas que nos recuerdan la radicalidad de las exigencias del Señor. Se pretende avergonzarnos, colgándonos el mote de anacrónicos, fanáticos o intolerantes, por no adaptarnos al liberalismo que consiente todas las creencias religiosas.
De todos modos, ha calado hondo entre nosotros la corrección política, que paulatinamente nos ha obligado a ceder posiciones, a abandonar espacios por temor a ser demasiado beligerantes. Y en el camino hemos ido adecuándonos imperceptiblemente al pensamiento progresista.
Ilustración e intolerancia
Lo cierto es que, desde la herejía de Lutero y la posterior ilustración francesa, la “intelectualidad”, en complicidad con el poder político y económico anti español y por ello anti católico ha pretendido arrasar allí donde se les ha permitido, todo vestigio cristiano y especialmente católico.
La cultura ha dejado de ser católica. El modo de hablar, de vestir, de razonar y de proceder es mundano. Y lejos de cuestionarlo, la Iglesia ha bajado la guardia, posiblemente tratando de no ser impopular. En lugar de cambiar al mundo, hemos empezado a adaptarnos.
Por las buenas o por las malas, así parece que hubiera tenido que ser. Difícil no adaptarse a la moda y con ella a las corrientes mundanas. Los últimos 60 años a partir del mayo francés, la adecuación ha sido cada vez más vertiginosa.
Sin respuesta autorizada
En buena medida pareciera que la Iglesia no tuviera nada que decir o que no se atreviera a discutir nada. La mayor ofensiva ha sido probablemente la originada con la emergencia sanitaria, en la que contrariamente a lo que muchos esperábamos, no dudó en alinearse y aun retroceder.
Damos testimonio de obediencia y adecuación en un mundo en el que cada vez es más evidente que se impone la mentira, el engaño y la corrupción. ¿Será este el único camino? ¿Corresponde a los cristianos presentar una imagen conciliadora con el mal?
¿No estaremos claudicando? ¿debemos evitar el enfrentamiento o el martirio innecesario? ¿Hemos medido nuestras fuerzas y hemos decidido estratégicamente evitar el enfrentamiento para no causar más sufrimiento y dolor?
Estamos haciendo agua
¿Por qué no parece que ese fuera el modelo de testimonio que estuvieron dispuestos a dar los primeros cristianos? Hacemos lo que nos manda la alta jerarquía. ¿Hacemos bien, aun a sabiendas que muchas veces en la historia se han equivocado?
Lejos de nosotros cuestionar o poner en duda ciertas dediciones o acciones de nuestra jerarquía. La Iglesia es Jerárquica; siempre lo ha sido. Pero percibimos una preocupante ambigüedad. Por ejemplo, cuando se felicita a James Martin. O, cuando se nombran expertos abortistas en comités destinado a defender la vida.
¿Qué ocurre con el Sínodo Alemán? ¿Por qué se les deja ir tan lejos? ¿Por qué nuestras Conferencias Episcopales reaccionan tardíamente y con mucha tibieza frente a la ofensiva marxista en nuestra Región? ¿Por qué pareciéramos los primeros en tratar de adecuarnos al “lenguaje inclusivo”?
¿Damos testimonio adaptándonos?
Teniendo a la Santísima Virgen María, a Santa Juana de Arco, a Isabel la Católica, a Santa Teresa de Ávila, a la Virgen de Guadalupe y, en fin, tanta evidencia del importante papel que la mujer siempre ha jugado en nuestra Santa Madre Iglesia, ¿por qué caemos en la provocación y adecuación al feminismo, que sabemos es una estrategia marxista para acabar con la concepción y la familia, ¿Por qué pareciera que fuéramos los primeros en tratar de adaptarnos a esta irracionalidad?
Si sabemos que todas estas ideologías perversas tienen su origen en la apostasía y solo buscan la destrucción de la Iglesia Católica y con ella, la destrucción de la humanidad, ¿no es lo más sensato salirles al paso, en lugar de tratar de adaptarnos a su irracionalidad?
Oración:
Padre Santo, ayúdanos a discernir cómo damos testimonio del Reino del cielo y de tu amor en este mundo que se empecina en despreciarte, dejando de vivir cristianamente y borrando toda huella de Tu presencia cotidiana en nuestras vidas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
(108) vistas