el pan vivo

Juan 6,44-51 – el pan vivo

el pan vivo

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.»

Jueves de la 3ª semana de Pascua | 27 de Abril de 2023 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

el pan vivo

Las palabras del Señor nos revelan un misterio incomprensible para la mente humana. Es que es Dios quien nos está hablando. Es necesario aclarar este punto, porque algunos de nosotros, testarudamente le reclamamos a Dios el que haya revelaciones que no alcanzamos a entender del todo; el que haya misterios.

Pero si dedicamos unos segundos a esta reflexión, llegaremos a la conclusión que ello es de sentido común. Puesto que, sí nosotros llegáramos a entender todo lo que Dios nos transmite seríamos dioses. ¿No es lógico? Nosotros somos limitados; por lo tanto, no podemos abarcar al Infinito.

Por eso Jesucristo, que es Dios y hombre verdadero, nos habla en Parábolas e instituye Sacramentos. El entendimiento del mensaje que se nos comunica a través de ambos “instrumentos” requiere reflexión y discernimiento. Ambas son capacidades propias del ser humano.

el pan vivo

 

El que coma de este pan vivirá para siempre

El Señor nos pone frente al misterio del Sacramento de la Eucaristía. Es preciso creer en Su Palabra. Pero el que cree en Su Palabra se obliga a confesarlo mediante un acto muy sencillo y al mismo tiempo profundamente significativo y simbólico: la comunión.

No basta decir que creo. La fe que manifiesto verbalmente en estas palabras debe ir acompañada de una acción testimonial. Me implica y me hace partícipe de la invitación que Jesucristo me cursa a través de los Apóstoles: comer del pan vivo que ha bajado del cielo.

Si creo, he de comer de este pan vivo, tangible, real, verdadero que en ese momento Él me ofrece a través de la Eucaristía, que no es otra cosa que Su Cuerpo y Su Sangre, verdadera comida y verdadera bebida. Este es el alimento que me permitirá vivir para siempre.

El que cree, come

Si creo, he de comer el pan vivo. Y, si lo como, me uno en comunión con Él. Así, ¿en qué consiste la comunión? Justamente en hacernos partícipes de Él, con Él y en Él. Jesucristo se entrega como alimento y recíproca o complementariamente yo lo recibo. La comunión solo es posible cuando ambos participamos, cada quien desde su unidad, integridad y realidad.

Es Jesucristo que han querido hacerlo así. Nosotros podemos aceptarlo o no. Pero es un acto de amor e incluso de cortesía elemental el aceptarlo. A quien nos ama y nos invita a recibirle, no lo dejaríamos desairado. Menos aun, cuando su amor sincero, incondicional y sin medida, naturalmente nos mueve a la reciprocidad.

Seguramente nunca será igual lo que uno y otro entregamos, pero ello no ha de minimizar nuestro deseo de entregarlo todo, como Él lo hace. Jesucristo nos pide participar. Lo haremos comiendo de este pan vivo, para recibir a cambio la vida eterna.

¿Por qué el pan vivo?

Porque no es algo inerte. Sin dejar de verse o lucir como a los ojos de cualquiera se ve, a los ojos de la fe, este es el cuerpo y la sangre de Cristo que tiene la capacidad de transformarnos y darnos la vida eterna. Es pan vivo, porque nos alcanza lo que Jesucristo ha dispuesto.

Esto quiere decir que la naturaleza de este pan es la que Dios ha dispuesto, la que Él dice: su cuerpo y su sangre. Con la capacidad de alimentarnos para alcanzar la vida eterna. Ello ocurre después de la consagración del pan y el vino realizada por el sacerdote, que conocemos como la transubstanciación.

Si el pecado y la muerte entraron en el mundo por desobediencia de nuestros primeros padres, la obediencia de Jesucristo hasta la muerte por nuestros pecados, nos trae la vida eterna, para quien come el pan vivo que Él nos ofrece.

Pan vivo para nuestros hermanos

Finalmente, si Jesucristo dio su vida por nosotros, nosotros también debemos estar dispuesto a servir de alimento de nuestros hermanos, tanto llevando la Palabra de Dios, como dando nuestras propias vidas para su salvación.

¿Cómo damos nuestras vidas por los hermanos? Pues sacrificando nuestro tiempo para dedicarlo a ellos. Este es parte del martirio que eleva nuestras almas.

El martirio no es solamente estar dispuestos a dar nuestras vidas como víctimas de una acción violenta contra nosotros por nuestra fe o por nuestro amor a Cristo. También es martirio estar dispuesto a sacrificar nuestro tiempo, nuestras ocupaciones, por servir a nuestros hermanos.

Oración:

Padre Santo, te pedimos que nos des perseverancia y humildad para no dejar de buscarte y recibirte en la Eucaristía, reconociendo que el encuentro con Cristo es capaz de transformar todas nuestras vidas. También te pedimos ser alimento para nuestros hermanos, aun cuando ello signifique dar nuestras propias vidas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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