verdadera comida

Juan 6,52-59 – verdadera comida

verdadera comida

«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.»

Viernes de la 3ª semana de Pascua | 28 de Abril de 2023 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre la lectura

verdadera comida

Debo confesar que estos versículos son posiblemente sobre los que más he meditado los últimos veinte años. Hay algo en ellos que todo este tiempo me ha parecido crucial y sin embargo muy poco comentado, según mi percepción.

Es precisamente todo lo referido a “verdadera comida” y “verdadera bebida”. Dicho así, parece natural deducir que hay algunas otras comidas y bebidas que nos son verdaderas. Entonces cabe la pregunta, si no son verdaderas, ¿serán falsas?

Es a partir de estas reflexiones que en muchas conversaciones he denunciado el error que comenten muchos de nuestros hermanos, buenos católicos, que se contentan con ir a Misa los domingos y días de guardar. Algunos incluso se acogen a la Misa sabatina, para no ir el Domingo porque va mucha gente.

verdadera comida

Así tratamos la verdadera comida

Es decir, que parecen escamotearle al Señor el tiempo que demanda esta obligación. Debo admitir haber observado que esta parece ser la regla, que incluso yo seguí por mucho tiempo. Esta como instituido escatimarle el tiempo al Señor, porque Él es comprensivo.

Sí, hay que cumplir, pero sin que ello te quite el sueño. Es decir, se pueden hacer excepciones. A lo largo de mi vida he podido comprobar lo fácil que se hace adoptar esta costumbre, para finalmente volver la excepción la regla.

Así es como muchos de mis familiares y amigos, católicos, han pasado de ir los domingos y fiestas de guardar a Misa, a ir muy de vez en cuando. A lo sumo en Navidad o Pascua de Resurrección, algún cumpleaños, algún matrimonio o defunción o cuando enfrentan alguna grave dificultad. ¿Y la verdadera comida y verdadera bebida?

Una forma muy peculiar de ser católicos

Ya no van a Misa, sin que por ello hayan dejado de ser católicos, según ellos. Todo el mundo lo hace así y peor sería, en cualquier caso, no ir nunca, es lo que dicen. Ellos tienen sus modos de acercarse y el Señor parece dispensarles un trato muy contemplativo y laxo.

Así es el católico promedio. Y cuidado con hacerles algún reproche. No se dejarán conmover. Además, dado el enorme desprestigio de la Iglesia acarreado por sucesivos escándalos, parecen sentir que hacen bastante ya en seguir manifestándose católicos.

Poco a poco parece que nos vamos volviendo protestantes. Es decir, creemos mantener una relación muy íntima y privada con Dios. Él ha sido relegado al ámbito íntimo y personal. Donde, estamos convencidos, siempre debió estar.

Ni confesión, ni comunión

Nadie tiene por qué pedirnos cuenta de ello, porque ni Él mismo lo hace. Procuramos ser siempre buenos, justos. No robamos; no escandalizamos. Pero tampoco somos meapilas. No nos metemos con nadie y tampoco toleraos que se metan con nosotros.

Eso de la confesión y la comunión tampoco nos quita el sueño. Muchos comulgan cuando van a Misa, sin importar si se confesaron, ni hace cuánto tiempo no van a Misa. Comulgar en Misa, sin haberse confesado a pesar de no ir a Misa en meses, parece cada vez más común.

Si esto ocurre con la Misa, la confesión y la comunión, qué podemos esperar de otras manifestaciones de piedad. Procesiones, rosarios, visitas al Santísimo van siendo relegadas al olvido. Ni qué decir de las obras de misericordia, del ayuno o la limosna. Así, la pregunta sobre la verdadera comida o bebida, ni se entiende.

¿Verdadera comida?

Y, si los padres han adoptado esta actitud tan distendida y poco comprometida, qué podemos esperar de los hijos. Ya no saben ni persignarse. No conocen las oraciones más comunes, ni saben comportarse en Misa. Para ellos es una función más o menos teatral que comienza cuando entra e sacerdote y termina cuando se va.

¿Qué opinión podemos esperar de un joven que ha recibido esta educación respecto al aborto? ¿Qué del matrimonio? ¿Cuál será su opinión respecto a la Ideología de Género? ¿Qué del feminismo o la eutanasia? ¿Qué es verdadero; qué es falso?

Cada vez hay un vacío más grande y como resultado una gran confusión. Porque los medios nos adoctrinan a todos para que nos alejemos de los principios y valores cristianos, pero especialmente a los jóvenes que ya ni entienden de qué estamos hablando.

Mi carne es verdadera comida

Y, sin embargo, el Señor nos dijo hace poco más de dos mil años: mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Es más, el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

El que está hablando es Jesucristo, el Hijo de Dios y esto ha sido acreditado por sus obras, pues hizo verdaderos milagros. Incluso resucito muertos. El más grande de todos fue su propia resurrección y ascensión al cielo. ¡Él es Dios, tal como nos enseñaron nuestros padres y abuelos!

Su carne es verdadera comida, porque es la única que nos da la vida eterna. Es que esto no es nada comparado con la vida eterna que nos espera. ¿Qué son 40, 50, 90 o 100 años frente a la eternidad? ¿Qué es la Tierra frente al Universo? Mucho más pequeña es nuestra vida frente a la eternidad.

Verdadera comida para una vida verdadera

¿Qué cosa es verdadera? Verdadera, según lo que nos revela Cristo, es una vida que no tiene fin. El que menos estará de acuerdo con ello. Por el contrario, una vida falsa es aquella cuya fecha de caducidad desconocemos, aun cuando puede ser en cualquier momento.

Comida verdadera, para una vida verdadera.

Esto quiere decir que hay una vida verdadera y no es precisamente la que llevamos. Pero cualquier de nosotros puede alcanzar esa vida verdadera. Solo hay que comer la verdadera comida y beber la verdadera bebida para alcanzar la vida verdadera, que es la eterna.

Claro. Es la vida eterna la única vida verdadera. Porque una vida que dura lo que dura un cerillo encendido, un abrir y cerrar de ojos, no puede ser una vida verdadera. A lo sumo será una muestra, un anticipo, una provocación. La vida verdadera es la que nos ofrece Jesucristo, reservada tan solo para quienes comen la verdadera comida y bebida.

La comida verdadera es la que el Señor nos ofrece en cada Eucaristía. ¡Esa es la que tenemos que comer! ¿Cuándo? ¿Cuántas veces? En Misa. En la celebración Eucarística, cada vez que nos sea posible participar en ella. ¡Todos los días, si es posible! ¿Por qué? Porque todos los días comemos y bebemos, ¿no es cierto? Que sea, entonces, la verdadera comida, para alcanzar la vida verdadera; la única; la vida eterna.

Solo Cristo nos ofrece la vida verdadera

La única forma de alcanzar la vida verdadera, es decir, la vida eterna, es comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre. Porque solo su cuerpo es verdadera comida y solo su sangre es verdadera bebida. Esto es lo que recibimos cada vez que participamos en la Santa Eucaristía.

Si lo hemos entendido, entonces vayamos todos los días a Misa y comulguemos. Porque solo entonces estaremos recibiendo lo que el Señor quiere darnos. ¡No lo desairemos! Solo entrando en comunión con Él alcanzaremos la vida eterna.

¿Cómo podemos entrar en verdadera comunión con Él? ¡Otra vez verdadera! Entraremos en verdadera comunión con Él, cuando hagamos Su Voluntad. Y Su Voluntad es que amemos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como Él nos ama.

Esa comunión verdadera, que nos permitirá alcanzar la vida eterna, es decir la vida verdadera, solo la lograremos haciendo Su Voluntad; es decir, comiendo su cuerpo, que es verdadera comida y bebiendo su sangre, que es verdadera bebida.

Oración:

Padre Santo, danos de comer Tu Cuerpo que es verdadera comida y Tu Sangre, que es verdadera bebida, para tener parte en tu Reino de amor y alcanzar la vida eterna, la única verdadera que Tu has querido darnos por medio de Tu Hijo Jesucristo. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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