haz tú lo mismo

Lucas 10,25-37 – haz tú lo mismo

haz tú lo mismo

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»

Lunes 127mo del T. Ordinario – Ciclo B| 04 de Octubre del 2021 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

haz tú lo mismo

Si comprendiéramos realmente el mensaje que nos trae el Señor, viviríamos obsesionados con alcanzar la Vida Eterna. Las cosas de este mundo tienen la propiedad de deslumbrarnos y hacernos perder el norte, como cuando en plena oscuridad alguien te alumbra de cerca en los ojos.

A pesar que cuanto mayor te haces la vida te parece más corta, hay largos momentos en ella en los que andamos tan imbuidos en nuestras cosas, que nada más parece importar. Nos desenfocamos y hacemos de aquello que es suntuario, lo más importante.

No podemos olvidar que no existe nada más importante que salvar nuestras almas. Para eso estamos aquí. De allí la sabia pregunta que este maestro de la ley le hace a Jesús. ¡Qué decir de su respuesta! Anda, haz tu lo mismo.

haz tú lo mismo

Seamos sensibles a las necesidades de los otros

No podemos pasar por este mundo evadiendo nuestras responsabilidades, nuestros verdaderos deberes. Y estos tiene que ver principalmente con aquello que dificulta la vida a nuestro prójimo. No se trata de darles lo que nos sobra, sino lo que necesitan.

Esto requiere atención y sensibilidad. Andar con los ojos abiertos y no mirándonos el ombligo, como si atender nuestros caprichos, gustos e incluso necesidades fuera lo único importante. Para ganar el cielo, tenemos que imitar a este samaritano.

Por lo general tendemos a esquivar las dificultades. No queremos comprometernos con nada que nos reste comodidad. Ya tenemos suficiente con lo nuestro para encima ver por otros. Ese es nuestro razonamiento, típicamente egoísta.

Desprendámonos de nosotros mismos

Es que el mundo nos lleva por este camino totalmente contrario al de Jesús. Se trata de desprendernos de nosotros mismos. De dejar de actuar siempre velando por nuestros mezquinos intereses. Salgamos del centro. Miremos más allá de nuestras narices.

Aprendamos a velar por los demás. Por nuestros hermanos, amigos y vecinos. Adoptémoslos y hagamos un proyecto en nuestro corazón con ellos. Propongámonos conducirlos a la salvación de sus almas, que por ellas conseguiremos la nuestra.

¿Es un propósito interesado? Seguramente, pero tiene la virtud de descentrarnos, de restarnos protagonismo y de este modo involucrarnos con el bienestar de los demás, que esa debe ser nuestra permanente actitud en la vida. ¡Pero qué difícil es!

Ir y hacer lo mismo exige voluntad

Parece que hubiéramos sido entrenados para reaccionar siempre instintivamente, poniendo nuestros propios intereses por delante. Incluso en lo más nimio. Queremos la ventana, el pedazo más grande, que nos sirva primero, que nos alaguen, que nos distingan.

Son pocas las personas que conozco que parecieran actuar justamente al revés. Es decir, tal como nos lo pide el Señor, poniendo la voluntad, la necesidad, la comodidad del otro por encima de la nuestra. A eso, en dosis pequeñas le llamamos cortesía.

Ese “anda y has lo mismo” debe resonar permanentemente en nuestras conciencias y debe llevarnos a dominar nuestro carácter, a apagar por completo la respuesta instintiva que muchas veces brota automáticamente, para ponernos totalmente al servicio de los demás, sin escatimar ni contabilizar esfuerzos.

Vamos, hagamos lo mismo

Es estas cosas de la vida cotidiana nos jugamos la salvación de nuestras almas. Dejemos de estar esperando ocasiones especiales y apliquémonos en las cosas simples y sencillas de la vida. Debemos repetirlo, porque en verdad resulta lo más difícil de hacer.

Propongámonos a actuar de este modo en nuestro día a día, con cuanta persona nos relacionamos de manera ordinaria. No esperemos grandes ocasiones porque ellas pueden no llegar o ser tan distantes unas de otras, que difícilmente servirán para crear buenos hábitos.

Hagamos una pequeña lista de las personas a las que queremos mostrarles una actitud más generosa y empática, partiendo de sus deseos, necesidades o dificultades que nosotros conocemos. Empecemos por quienes tenemos más cerca.

Oración:

Padre Santo, ayúdanos a reprimir nuestros instintos, nuestros deseos de ser atendidos, de ser los primeros. Que no vivamos permanentemente centrados en nosotros, en lo que queremos, en lo que nos gusta. Que seamos capaces de mirar a quienes nos rodean, dándoles aquello que sabemos quieren y esperan, aun a costa de nuestro propio sacrificio. Que aprendamos a encontrarte a Ti en ellos y les sirvamos con amor y desprendimiento. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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