Hijo del Altísimo

Lucas 1,26-38 – Hijo del Altísimo

Hijo del Altísimo

«Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Viernes de la 3ra semana de Cuaresma| 25 de marzo del 2022 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Isaías 7,10-14;8,10
  • Salmo 39,7-8a.8b-9.10.11
  • Hebreos 10,4-10
  • Lucas 1,26-38

Reflexión sobre las lecturas

Hijo del Altísimo

Hay tantos aspectos sobre los que podríamos detenernos a reflexionar hoy. Hoy queremos hacerlo en torno a este nombre sobre todo nombre: Hijo del Altísimo. Pasamos de largo por esta mención, cuando debíamos caer de rodillas. Su sola mención no alcanza a transmitirnos la inmensidad de la realidad sobrenatural a la que nos estamos refiriendo.

El Altísimo a vuelto sus ojos a nosotros y ha decidido enviarnos a Su Hijo, el cual nacerá de la Santísima Virgen María. Se dice muy rápido. Sin embargo, se trata de un prodigio único, nunca antes ni después visto.

Nuestra soberbia y la imagen egregia que tenemos de nosotros mismos, nos hace pasar por de largo ha habido ni habrá momento más importante en la historia de la humanidad. No es cuestión de creencias. Se trata de una realidad objetiva que está por sobre todo suceso histórico.

Hijo del Altísimo

Nuestros padres sabían quién es el Altísimo

Nuestros antepasados así lo entendieron, por eso tomaron como referencia central la fecha de Su nacimiento. ¡Qué lejos estamos hoy de aquella sabiduría humana! Es que una vez que nos dejamos emborrachar por la soberbia, nos tornamos en la medida de las cosas.

Las cosas son como nos parece o como nos gustan. ¡Nada sobre nosotros! ¡Nada antes que nosotros! Y lo verdaderamente trascendente es lo que nos ocurre a nosotros. Lo que tiene que ver con nosotros. Lo demás, es lo de menos.

No nos queremos enterar que el Altísimo se fijó en una Virgen, en una mujer sobre toda creatura para engendrar a Su propio Hijo, a quien le sería dada la Misión de salvar a la humanidad. Todo esto demanda demasiado esfuerzo para nuestras pobres inteligencias.

Solo el Altísimo es capaz de amor tan grande

Estos sucesos tendrían que ser el centro de nuestras vidas. ¡Qué puede ser más importante! Sin embargo, no es así. Hoy en día cualquier cosa parece más importante. Se pretende desconocer estos hechos históricos, simplemente ignorándolos.

Difícilmente caemos en cuenta que ignorar estas realidades tan contundentes como el sol y las estrellas, como el oxígeno que respiramos, constituye una necedad que pasa por desacreditar a nuestros antepasados.

Todos ellos fueron estúpidos e ignorantes. Los obligaron a creer en estos cuentos bajo pena de alguna forma de chantaje. Hicieron catedrales, castillos, universidades, piezas musicales, esculturas, obras artísticas y literarias para complacer a los poderosos.

Vivimos en medio de una generación arrogante

Esta nueva generación se siente incapaz de creer. No solo no escucha, sino que ni si quiera se esfuerza por entender. Siente un desprecio por todo esto, que para ellos se opone a los cimientos sobre los cuales han edificado sus vidas.

¿Cuáles son estos cimientos? La inmediatez. Otro es la superficialidad. También está la practicidad. Y, posiblemente el corrosivo, el relativismo, que hace depender todo de la percepción del sujeto. Esta visión nefasta imposibilita reconocer La Verdad y con ello, construir el Reino de los cielos.

El relativismo es una especie de anteojera que condiciona de tal modo al hombre, que solo es capaz de valorar y creer en aquello que refleja sus deseos, su cultura, su cosmo visión o su negada ignorancia. Es una visión soberbia que excluye a los demás. Peor aún, excluye a Dios, porque deifica al hombre, al sujeto.

Oración

Padre Santo, en este día de la Encarnación de Tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ayúdanos a comprender que no hay amor más grande que aquel que da a su propio Hijo para la Salvación de la humanidad. No existe sacrificio más grande que el que Tú y Tú propio Hijo han hecho por nosotros. Viniendo de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, sie esto no es amor ¿qué es? Te lo pedimos por Tú Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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