justificado
«Les digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
Sábado de la 3ra semana de Cuaresma| 26 de Marzo del 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Oseas 6,1-6
- Salmo 50,3-4.18-19.20-21ab
- Lucas 18,9-14
Reflexión sobre las lecturas
justificado
Cuando oramos, todos queremos de algún modo salir justificados. Aquí el Señor nos enseña la primera condición no solo para tratar de obtener el perdón, sino para empezar a orar. Si de veras quiere obtener algún fruto de la oración has de presentarte con humildad.
No podemos presentarnos ante nuestro Padre exigiendo el derecho de ser escuchado y mucho menos perdonado. Eh ahí la gran dificultad de esta generación. Se no ha metido hasta el tuétano que somos sujetos de derecho, pero muy poco se habla de nuestros deberes.
Difícilmente puede concentrarse en la oración, este diálogo piadoso entre Dios Padre y el hombre, aquél que se está fijando en lo que hacen los demás. Tampoco lo hará el que se dedica a “posar” para impresionar a los que lo ven. Ni uno, ni otro.
Ser justificado es Gracia que debemos pedir
A la oración debemos acercarnos como quien se aproxima a las cataratas del Niagara. O, al cráter de un volcán activo. Podría ser también, al mar tempestuoso desde un acantilado, oyendo el tronar de las olas.
Es decir, al disponernos a orar debemos esforzarnos por tener clara conciencia de la Majestad de nuestro interlocutor. Estamos queriendo establecer un dialogo con nuestro Creador. Dios, nuestro Padre, ha creado el Universo entero.
Imaginemos que pudiéramos aproximarnos al Sol. ¿Te imaginas el rugir atronador de las tormentas solares? El viento, el calor, el ruido superior al de un millón de turbinas de las más gigantescas que jamás lograremos fabricar.
Solo quien se humilla será justificado
Pues este Dios, en su Infinita Misericordia se hace tan suave como la brisa en una tarde de verano. Él se abaja para oírnos y atender nuestras súplicas, porque nos ama. Lo menos que podemos hacer es humillarnos al extremo, en actitud de reconocimiento.
Para intentar volver justificado, hemos de concentrarnos en Él. Poner todos nuestros sentidos en Él. Pidiendo la Gracia de poderlo oír. Discernir Su Palabra y proponernos llevarla a la práctica. Poco servirá este esfuerzo si luego no hacemos Su Voluntad.
Es Su Voluntad la que queremos escudriñar, porque solo su cumplimiento dará sentido a nuestras vidas. Como nos revela Jesucristo, Dios Padre quiere que alcancemos la plenitud y la vida eterna para la cual fuimos creados.
Humildad y fe
Ello será solo posible si hacemos Su Voluntad. Discernir Su Voluntad en nuestras vidas y luego dejarse llevar exige humildad y fe. Humildad para distinguir Su Voluntad de la nuestra y aceptarla por sobre nuestros gustos, caprichos y razones.
Y fe, para sabernos abandonar a sus brazos, cada segundo de nuestras vidas. Como Juan, hemos de hacernos cada vez más pequeños, para que Él crezca en nosotros hasta abarcarlo todo. Pidamos esta Gracia, que solo así llegaremos a ser verdaderos discípulos de Jesucristo.
No se trata de buscar reconocimiento mundano, sino de servir efectivamente al Señor, extendiendo Su Reino, persuadiendo a más y más hermanos al seguimiento del Señor, contagiando la certeza que solo allí alcanzaremos la plenitud para la cual fuimos creados.
Oración:
Amado Padre, danos la Gracia de tener fe, de oírte en el silencio, de abrazar Tu santa Voluntad y seguirla, buscando glorificarte. Que seamos justificados si con ello podemos darte mayor Gloria. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
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