el más importante
«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Lunes de la 26ta semana del T. Ordinario| 27 de Setiembre de 2021 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Zacarías 8,1-8
- Salmo 101,16-18.19-21.29.22-23
- Lucas 9,46-50
Reflexión sobre las lecturas
el más importante
El Señor nos exige que vivamos centrados en Él. Nada ni nadie puede ser el más importante en nuestra vida: solamente Él o aquél que acogemos en su nombre. Se dice muy fácilmente. ¿Pero cuántos de nosotros vivimos “por Él, con Él y en Él?”
El tiempo que estamos viviendo está marcado por el consumismo, el relativismo, el hedonismo y el egoísmo. Buscamos la vida muelle. No estamos dispuestos a incomodarnos por nada, ni por nadie. Hablamos mucho. Somos muy proclives a los discurso y declaraciones. Pero encontramos poca coherencia entre lo que decimos y hacemos.
Nuestro día está lleno de mil cosas. Hay tanto, que debemos escoger. Con solo la televisión, el cable y el internet tenemos para indigestarnos cada día. Es imposible consumirlo todo. Y si a ello sumamos, diarios, revistas y libros, no nos alcanzaría la vida para verlo todo.
Nuestra vida es lo más importante
Pero esto no es todo lo que llena nuestros días. Están las personas con las que convivimos, nuestras tareas, obligaciones, deseos, distracciones, costumbres, hábitos e incluso vicios. ¿Cómo distribuimos nuestro tiempo? ¿Qué priorizamos?
El servicio desinteresado y, peor aún, el sacrificio, difícilmente logran nuestra atención. No hay tiempo para darle cabida. Y, salvo al Señor, a quien ya no dedicamos ni si quiera los domingos, a nadie parece importarle nada más que su bienestar y felicidad.
Por eso ha sido tan fácil confinarnos durante más de un año con la amenaza de un virus letal. Pocos han sido capaces de reflexionar lo que viene ocurriendo y encontrar contradicciones, llevándoles a alzar la voz o cuando menos mantener una cierta libertad fundada en un juicio crítico.
No hay nada por qué morir
¿Qué nos ha pasado? Que estamos tan aferrados a la vida y somos tan intolerantes a la menor incomodidad y a cualquier cosa que entrañe riesgo, incomodidad o sacrificio, que estamos dispuesto a abdicar a nuestra capacidad de razonamiento y a nuestra libertad con tal de no perder nuestra comodidad, ni tener que vernos obligados a sacrificar nuestro tiempo y mucho menos nuestras vidas.
Hemos caído en una trampa, en una celada que, azuzada por el miedo incontrolable, nos ha hecho perder objetividad. Estamos dispuestos a renegar del sentido común con tal que alguien nos ofrezca librarnos del sufrimiento.
A este extremo de irracionalidad hemos llegado, por no tener centrada nuestra vida en Cristo. El más importante es aquel que nos ofrece librarnos del sufrimiento, del sacrificio, del dolor y de la muerte. Estamos dispuestos a darlo todo con tal de no afrontar la muerte.
¿Quién es el más importante?
Y, sin embargo, Cristo nos ha dicho que quien quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa mía, la hallará (Mateo 16,25). ¿Y, cómo y cuándo se puede perder la vida por Cristo? Cuando lo ponemos a Él en el centro, por encima de nuestra comodidad, deseo o voluntad.
Eso es precisamente en lo que nos invita a meditar hoy el Señor. El más pequeño, el más inocente, el más humilde, el más pobre, hemos de recibirlo y tratarlo como el más importante. Eso implica poner al otro, al prójimo, por encima nuestro.
Este es el nuevo mandamiento que nos da el Señor: amarnos unos a otros como Él nos ama. ¿Cuándo ocurre eso? Cuando no ponemos ni el lucro, ni el dinero por encima de todo. ¿Qué hemos visto y seguimos viendo en esta pandemia?
Una Pandemia funcional
Que mientras muchos, los “más importantes” hemos sufrido y padecido incluso la muerte de familiares y amigos, otros, los gobernantes o las grandes farmacéuticas no han sido afectadas. Por el contrario, parece que todo este problema hubiera sido funcional a sus intereses.
Así, en plena pandemia se vienen imponiendo gobiernos totalitarios, con agendas abortistas, favorables a la eutanasia y a la Ideología de Género. Sus marchas y manifestaciones están exentas de contagios. La Pandemia parece su aliada.
Por otro lado, las grandes farmacéuticas han fabricado vacunas en tiempo record, colocando millones de estas en el mercado, sin ninguna garantía y en condiciones económicas extremamente favorables, ya que el negocio lo han hecho directamente con los estados.
No creemos en Dios
Pocos pueblos, pocos países están dispuestos a dar batalla. Las medidas se acatan unánimemente, a pesar que la letalidad de esta peste es universalmente menor que la del cáncer. En complicidad con los gobiernos se está conduciendo al mundo a la quiebra económica.
Nadie quiere ver lo que es evidente, porque Jesucristo no está en el centro de nuestras vidas. No es la salvación de nuestras almas ni alcanzar la vida eterna lo que nos mueve. Queremos salvar nuestra propia vida, aquí y ahora.
Para eso estamos dispuestos a dejarnos engañar. A creerle al mentiroso. ¿Por qué? Porque no creemos en Dios. Solo queremos dinero. Todo el que sea posible. Y así están conquistando nuestras mentes, nuestras almas y nuestras voluntades.
Oración:
Padre Santo, líbranos de la ceguera espiritual en la que hemos caído dominados por el miedo y la mentira. Permítenos recuperar la razón y el discernimiento para no caer en las trampas del demonio que quiere robarnos el alma. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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