Madre de Dios
Oración a Santa María, Madre de Dios, por el nuevo año y para que nos conceda la gracia del abandono filial
Un nuevo año comienza y la Iglesia, cada 1 de enero, lo inicia celebrando la Solemnidad de “María, Madre de Dios” para pedir la protección de aquella que tuvo la dicha de concebir, dar a luz y criar al Salvador. María no es sólo Madre de Dios, sino también nuestra porque así lo quiso Jesucristo en la cruz. Por ello, al comenzar el nuevo año, pidámosle a María que interceda por nosotros y nos conceda la gracia del abandono filial:
Santa María, Madre de Dios. No hay título, advocación o alabanza más grande que esta. No puede explicarse de manera más real y concisa quién eres y para qué te eligió el Creador.
Madre del Verbo encarnado y madre de toda la humanidad. A ti se vuelven los ojos de todos los creyentes en este primer día del año nuevo para poner bajo tu amparo e intercesión la Iglesia toda y sus hijos.
A ti pedimos que no nos sueltes de tu mamo y con el mismo amor y ternura con que miras en estos días de Navidad a tu hijo Jesús, míranos también a nosotros y acarícianos cantándonos canciones de alabanza que nos animen a acurrucarnos en tu regazo los 365 días que tenemos por delante en actitud de abandono filial y alegría sin fin.
Amén.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra; ruega por nosotros.
P. Carlos García Malo
Préstame, madre…
Préstame, Madre, tus ojos, para con ellos mirar, porque si por ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar, pues es tu lengua patena de amor y de santidad.
Préstame, Madre, tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame, Madre, tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame, Madre a tu Hijo, para poderlo yo amar, si Tú me das a Jesús, ¿Qué más puedo yo desear?
Y esa será mi dicha por toda la eternidad.
Oración
Santa María, Madre de Dios, consérvame un corazón de niño, puro y cristalino como el tuyo. Dame un corazón sencillo que no se quede en las tristezas; un corazón grande para entregarse por completo, tierno en la compasión; un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien ni guarde rencor por ningún mal.
Fórmame un corazón manso y humilde, que ame sin pedir nada a cambio, gozoso al desaparecer en otro corazón ante tu divino Hijo; un corazón grande e indomable que con ninguna ingratitud se cierre, que con ninguna indiferencia se canse; un corazón que construya todo sobre la roca de Jesús, que toda su vida sea poner en el centro a Dios y todo se ordene para hacer su santa voluntad, un corazón que alabe, que adore a Cristo nuestro Señor, por los siglos de los siglos.
Amén
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