no resistan al mal
“Pues yo les digo: no resistan al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra”
Lunes de la 11ra Semana del T. Ordinario | 13 de Juio del 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Reyes 21,1-16
- Salmo 5,2-3.5-6.7
- Mateo 5,38-42
Reflexión sobre las lecturas
no resistan al mal
Las lecturas de hoy exponen con mucha crudeza lo que es somos los seres humanos. Aquellas luces y sombras de las que están llenas nuestras existencias. Impulsos que el Señor conoce mejor que nadie, que nos conducen a la violencia y la muerte, si no aprendemos a reconocerlos y dominarlos. No resistan al mal…
Así, no resistas al mal, parece una carta de renuncia a todo bien querido y la aceptación pasiva de cuanto abuso podrían idear contra nosotros nuestros enemigos. Sin embargo, es una estrategia que el Señor nos proponen para ver las cosas desde una perspectiva más elevada.
Lo primero que debemos hacer es deponer toda ambición, todo orgullo, toda vanidad, toda soberbia. Dejar, en fin, de rendirnos a nuestros impulsos, anticipándonos a las consecuencias que ello podría acarrear. Elevarnos por sobre ellos, para orientarlos en forma definitiva al Bien Superior, que no es otra cosa que a Voluntad de Dios.
No resistir al mal exige otra perspectiva
Dejar de ver las cosas desde una perspectiva puramente humana, desde la cual algunas de nuestras apetencias podrían ser vistas como naturales e incluso merecidas. En un mundo en que hemos hecho de los derechos el centro toda motivación y justificación humana, parece ilógico, injusto y descabellado tener que renunciar a ellos.
Sin embargo, Dios nos ha creado libres, lo que quiere decir que no estamos obligados a sujetarnos a nada ni nadie que no sea Su Voluntad. Ello exige ver al mundo desde Su perspectiva. En este punto conviene recordar que él mismo nos dice que debemos vivir en el mundo sin ser del mundo.
Ello implica vivir con total desprendimiento y desapego de todo cuanto el mundo nos puede ofrecer. A no hacernos esclavos de nada y estar dispuesto a desprendernos de lo que sea necesario con tal de no obstaculizar el Camino a Dios que todos debemos transitar.
No desear lo ajeno, ni envidiar
No andar comparándonos y mucho menos deseando lo que tiene nuestro prójimo, por más razonable que pudiera parecernos aquello. Dejarlo todo en manos de Dios, que Él es quien nos sostiene y sabe antes que nosotros lo que es bueno y necesario para nuestra salvación. No resistan al mal…
El Señor pone mesura en nuestras aspiraciones, porque no se trata de ambicionar y acumular indiscriminadamente y sin límite. Lo más importante es mantener la libertad. No ser esclavo costumbres, hábitos o pasiones, aun cuando estas pudieran parecer inocuas.
A final todo lo que importa es que salvemos nuestra alma y que ayudemos, si podemos, a nuestro prójimo a que haga lo propio. Aplicar en nuestras vidas el propósito para el cual hemos sido creados según San Ignacio de Loyola y la regla del “tanto cuanto” inspirada por el Espíritu Santo.
Propósito de la vida según San Ignacio
El hombre ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, y mediante esto, salvar su alma. Las otras cosas sobre la faz de la tierra han sido creadas para el hombre, para que le ayuden a conseguir el fin para el que ha sido creado.
De donde se sigue que el hombre tanto debe usarlas cuanto le ayudan a lograr su fin, y tanto debe privarse de ellas cuanto se lo impidan. Por lo cual es necesario hacernos indiferentes, a todas las cosas creadas, en todo lo que cae bajo la libre determinación o elección y no nos está prohibido.
De tal manera que, de nuestra parte, no queramos más salud que enfermedad; riqueza que pobreza; honor que deshonor; vida larga que corta y así en todo lo demás. Solamente deseando y eligiendo lo que más conduce al fin para el cual hemos sido creados.
No a nosotros, sino a Él
La actitud con la que el Señor espera que afrontemos la vida sus discípulos es de total desprendimiento, sabiendo que no hay nada ni nadie que pueda superar el Bien que el Señor tiene previsto para nosotros.
No hay nada que pueda ponerlo en riesgo si nosotros obramos como Jesucristo nos manda. Cualquier debilidad será superada con creces por la Gracia de Dios. Por lo tanto, en vez de afligirnos debemos orar y confiar en su bondad infinita.
Acudamos con frecuencia a los sacramentos, especialmente el de la Santa Eucaristía y dejemos el resto en sus manos. Hemos de repetirlo constantemente, no estamos solos n este mundo enfrentando a nuestros enemigos. El Señor nos auxilia constantemente en esta batalla.
Oración:
Padre Santo, que seamos uno contigo y con nuestros hermanos, de modo que los que nos vean crean en ti y comprendan que es esta unión dispuesta y sostenida por ti, la que hace posible nuestro caminar al Reino de los Cielos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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