su justicia

Mateo 5,20-26 – Si su justicia no es mayor

Si su justicia no es mayor

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.”

Viernes de la 1ra semana de Cuaresma | 11 de marzo del 2022 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

Si su justicia no es mayor

No se trata de ser bueno. Esforcémonos por entenderlo. Muchas veces actuamos como si lo único importante fuera no hacer daño. Así nos contentamos y complacemos con no hacer nada. El Señor nos recuerda aquí que eso no es suficiente. Hay que ser justos.

Con los conceptos tan relativizados y rebajados de su verdadero significado, nos engañamos. Nos convencemos que no hacemos nada. Por lo tanto, ¿cómo podremos cometer una injusticia?

Olvidamos que la medida con la que el Señor aquilata nuestro proceder en cada ocasión, cada segundo de nuestras vidas, es muy distinta y superior a toda medida conocida. Es justa. Pero solo en Dios la justicia alcanza su verdadera dimensión.

su justicia

Aproximándonos a la justicia

La justicia Divina está a años luz de nuestra pobre justicia. Sin embargo, tenemos el deber de exigirnos a aplicación de una mayor justicia en todos nuestros actos. No se trata de dar tan solo lo que según la justicia humana corresponde. Tenemos que ir más allá.

Nuestra justicia tiene que ser mayor a la de los escribas y fariseos. Debe ser mayor incluso de aquella que se imparte en los tribunales. Mayor que la justicia humana habitual. ¿Por qué? Porque hemos de tener en cuenta todos aquellos factores que usualmente se pasan por alto.

Tú me tratas mal. Entonces me siento con derecho de tratarte igual. No te doy nada más que lo que corresponde. O la de aquél que, aprovechando un descuido o una falta de legislación, sin aparentemente hacer daño a nadie, saca partido de esta situación.

Nuestra justicia siempre ha de ser mayor

Quiere decir que no podemos contentarnos con lo que todo el mundo hace. Ese no es argumento suficiente para nosotros. Si nosotros aspiramos a los bienes del cielo, hemos de proceder como Cristo profundizando en las mociones del alma.

La justicia que el Señor busca es aquella a la que invita al joven rico. Aunque lo mira con cariño, no se conforma con que cumpla todos los mandamientos y haya sido recto toda su vida. Le pide un paso más: Vende todo; repártelo a los pobres y sígueme.

El que no puede cumplir con esta exigencia, no es apto para el cielo. ¡Estamos crudos! Otro sería este mundo en el que hay sobre abundancia de riqueza, si los que a poseen, comprendieran estas palabras. Y es que mientras más tienes, más te cuesta desprenderte.

¡Qué difícil nos será entrar al Reino de los Cielos!

Claro, a los ricos mucho más. Pero a nosotros, que nos decimos católicos, y que somos incapaces de desprendernos de nada, como si no nos tocara; como si no nos correspondiera. Siempre es más fácil señalar al otro. Pero…¿y tú?

En este tiempo tan especial de cuaresma, practiquemos la caridad. No nos fijemos en otros. Hagámonos el propósito de dar hasta que nos duela. Tengamos el valor de hacerlo alguna vez. Dejemos de arrojar migajas y desprendámonos de algo significativo.

Recordemos que todos estamos en deuda. Seguramente unos más que otros, pero todos caemos en lo mismo. Hagámonos el propósito este viernes de cuaresma de hacer ayuno y compartir por lo menos con alguien el almuerzo del que nos estamos privando. Vamos aprendiendo.

Oración:

Padre Santo, perdona nuestra indiferencia, nuestra comodidad y falta de exigencia. Ayúdanos a compartir generosamente con aquel que lo necesita. Que aprendamos a privarnos alguna vez de aquello que nos has dado en abundancia. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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