no hizo muchos milagros allí
“Entonces Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa». Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.”
Viernes de la 17ma Semana de T. Ordinario | 02 Agosto del 2019 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37
- Salmo 80
- Mateo 13,54-58
Reflexión sobre las lecturas
no hizo muchos milagros allí
El Señor se manifiesta pródigamente allí donde hay fe. Esto es algo que tenemos que tener en cuenta. A veces oímos por ahí que parece que el Señor se ha olvidado de nosotros y ya no hace los milagros que hacía en aquel tiempo.
Esto en realidad es falso. El Señor sigue actuando y de modos tan increíbles como entonces, pero obviamente quienes no creen en Él, posiblemente no lo vean sino hasta el Juicio Final, porque, si Él no quiere, no se les manifestará hasta entonces.
No se trata de un castigo, sino que hay que cumplir ciertas condiciones y la primera y más importante es tener fe. La segunda, no por ello menos importante, es orar incansablemente pidiendo su apoyo, su presencia o aquello que sea necesario para cumplir su Voluntad.
Dios no se deja manipular
El Señor nos dice desde el comienzo que quien no está con Él, está con el Demonio, porque no podemos servir a dos señores. Así de exigente es. Pero si lo pensamos, es lógico que así sea. Nosotros mismos exigimos esto a nuestras parejas. ¡Cuánto más Dios!
No podemos estar con la mentira y con la verdad simultáneamente. O mentimos y engañamos o decimos la verdad, pero ambas cosas no podemos hacerlas simultáneamente respecto a una misma circunstancia.
Dios espera que siempre estemos con la Verdad, porque cuando así lo hacemos, estamos caminando en la dirección correcta y por lo tanto, estamos con Él. En tal caso, es posible que aun sin que se lo pidamos, se nos manifieste milagrosamente.
El Corazón de Jesús
Del mismo modo que tú, soy cristiano y creyente, lo que me lleva a esforzarme por llevar una Vida Cristiana, lo que debo confesar no siempre puedo lograr, porque a pesar que lucho por sobreponerme a mis debilidades, no logro dominarlas completamente.
Por supuesto que he cambiado muchísimo en la última década. Es posible que muchos no lo perciban, pero nadie más que yo sabe lo que ha hecho el Señor con mi vida, cómo me ha rescatado y me ha llevado a vivir en alturas que jamás pensé llegaría a alcanzar.
Sé que nada de esto sería posible si no fuera por la riquísima vida de oración a la que me ha llevado paulatinamente, frecuentando diariamente la Eucaristía, el Rosario y la visita al Santísimo. Cada vez me siento más cercano al Corazón de Jesús.
Encuentro milagroso
Precisamente, con el afán de elevar mi tono espiritual, porque mientras más avanzas, más abajo te sientes, a pesar de los cambios que uno mismo va observando, hace algunas semanas decidí retirarme a un pueblo en la costa para vivir nuevamente la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
En completa soledad y apoyado por Internet me retiré por cinco días tratando de vivir esta experiencia. Debo confesar que fue difícil alcanzar el fruto deseado, según pude concluir, por falta de acompañamiento espiritual y por la imposibilidad de participar en la Eucaristía en aquel pueblito sin sacerdote.
Muy temprano me trasladé el Primer viernes de julio a otro pueblo costero más grande, distante 30 kilómetros, con la esperanza de poder participar en la Eucaristía, solo para constatar que allí tampoco había Misa durante la semana.
El sacrificio encuentra su recompensa
Apesadumbrado y con el dolor de no poder alimentarme con este precioso sacramento, decidí volver caminando por la playa, dedicando en ayunas aquel esfuerzo al Señor, ofreciéndolo por la salud de mi hermana, por los que sufren y por la paz en el mundo.
En el camino, que duró aproximadamente cinco horas, tuve la oportunidad de rezar varias veces el Rosario, sintiendo tan cercano a Jesucristo y Su Santísima Madre, como la espuma del océano que rompía sus olas a mis pies, acompañándome con su rugir milenario.
¡Cuál sería mi alegría cuando en esta playa que por momentos se me antojaba infinita encontré el Corazón de Jesús atravesado por nuestros pecados e infidelidades! En todo este inmenso mar, tenía que estar justo ahí para que yo lo encontrara, lo recogiera y me lo llevara. ¿Por qué a mí?
¿Qué Dios no se manifiesta?
Claro que sigue manifestándose hoy como ayer, para todo aquel que quiere verlo. Solo tienes que ser capaz de poner la vista donde corresponde y reparar en los detalles que Él te ofrece a cada paso, empezando por la vida misma, que no tendrías de no ser por Él.
Dios sabe que le necesitamos y por eso sale a nuestro encuentro a cada nada. Él nos ama desde siempre, con el amor más grande que podemos imaginar. Somos nosotros los que no nos acordamos de Él, los que lo alejamos de nuestras vidas para no verlo, para que no nos estorbe y luego nos quejamos.
Y es que no basta decir que creemos en Dios. No se trata de confesarlo por la boca y a la volada, sin que ello signifique nada realmente en nuestras vidas. Hay que creer en Él. Hay que sentirlo interiormente. Tiene que ser la parte más importante de nuestras vidas.
No, no creo en Dios solamente porque voy a Misa todos los días y rezo el Rosario. No todo aquél que dice Señor, Señor, alcanzará el Reino de los Cielos, nos dice Jesucristo. ¡Es preciso vivir cristianamente! ¡Es allí donde encontramos dificultades! ¿Por qué razón? Porque el Camino es ascendente, por lo tanto, cada vez más exigente y no siempre estamos a la altura.
Oración:
Padre Santo, tómanos, cámbianos, transfórmanos de tal modo que seamos aquel instrumento que nuestros hermanos requieren para conocerte, para hacer justicia, buscar la paz y llevar el amor al mundo entero. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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