Juan 20,11-18 – Subo a mi Padre y su Padre

Subo a mi Padre y su Padre

«No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios.»

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Juan 20,11-18 Subo a mi Padre y su Padre

Juan – Capítulo 20 – ¿A quién buscas?

Reflexión: Juan 20,11-18

Somos demasiado duros de corazón. Nos cuesta creer. Decimos creer, lo que en realidad es muy fácil de repetir e incluso balbucear, pero lo que necesitamos es que cada célula de nuestro organismo lo grite, verdaderamente convencidos. Y, esta convicción no se transmite única y exclusivamente por la voz. No son palabras lo que necesitamos, sino hechos. Son nuestras actitudes y nuestros actos los que lo deben gritar de modo inconfundible. Quiere decir que siempre, a cada instante, debemos dar testimonio de nuestra fe con nuestra vida.

Nuevamente, se dice fácil, pero ¿lo hacemos? Dediquemos hoy unos minutos a reflexionar en este crucial asunto. Tal vez debemos empezar por ahí; preguntándonos si para nosotros es efectivamente crucial, como lo sería el pago de una obligación que se encuentra en último día, o el recojo de una buena suma de dinero que por algún motivo alguien ha dispuesto entregarnos. O, por ejemplo, como la visita de unos amigos que llegan a alojarse por unos días en nuestra casa. Mejor aún, como la visita de alguno de nuestros hijos o nietos que vienen a quedarse con nosotros por una temporada.

Todas estas son situaciones determinantes en nuestras vidas. Lo son, porque no solo afectarán nuestro estado de ánimo, lo que todo el mundo notará cuando vayamos por todo lado anunciando la alegría y la ansiedad que nos produce tan grata e inesperada visita. Lo notarán en nuestras caras, en nuestros gestos, en nuestro ánimo y muchos nos lo dirán. Veremos de modificar nuestra rutina para adecuar nuestro tiempo a lo que sea que estos visitantes tan entrañables quieran. Modificaremos nuestro horario e incluso nuestras costumbres, incomodándonos todo lo que sea necesario y sin la menor mueca de desagrado.

Este mismo ánimo y convicción debía acompañar nuestros actos y actitudes cotidianas, sabiendo que el Señor ha Resucitado, cumpliendo Sus promesas y salvándonos del abismo de la muerte. ¡Hemos sido liberados! ¡Estábamos presos y condenados irremediablemente, esperando la ejecución de una sentencia cruel! Pero resulta que Jesucristo vino y se entregó incondicionalmente por nosotros, obteniendo nuestra liberación. ¡Somos libres! ¡Gritémoslo a voz en cuello! ¡Nuestro enemigo, nuestro verdugo cruel y despiadado ha sido derrotado! ¡Jesucristo ha venido a salvarnos y ya hemos sido salvados!

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Mateo 28,8-15 – con miedo y gran gozo

Con miedo y gran gozo

Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos.

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Mateo 28,8-15 con miedo y gran gozo

Mateo – Capítulo 28

Reflexión: Mateo 28,8-15

El Demonio echa mano de todos los recursos que se le ponen a su alcance y uno de estos, qué duda cabe es la literatura, la prensa y los medios de comunicación en general. Como quiera que hemos de fiarnos de la información que se propaga, si queremos enterarnos de algo, tergiversar los hechos desde el preciso momento que ocurren y se dan a conocer es una práctica de la que siempre se ha valido el mal.

Distorsionar, ocultar, esconder, cambiar, engañar, mentir, atemorizar y manipular son una constante entre las estrategias empleadas por Satanás, para confundir a la incrédula humanidad y llevarla de la nariz a aquello que le conviene e interesa, que no es otra cosa que la división, la destrucción y la muerte, porque en ella encuentra su victoria frente a la Voluntad de Dios. El Maligno, que no es otro que la soberbia encarnada, se encuentra en abierta batalla contra Dios por ganarnos para su mundo tenebroso, oscuro y pestilente, donde la muerte, la mentira, las apariencias, el engaño, las tinieblas y el terror priman eternamente.

Nosotros, la humanidad entera, hemos sido creados por Dios para vivir eternamente en plenitud. Esta es la Voluntad de Dios que el Demonio se atreve a desafiar. Sin embargo, más allá de sus tentaciones y mentiras, hemos de tener la certeza que será la Voluntad de Dios la que prevalecerá, si nosotros creemos en Él, oímos a Jesucristo, Su Hijo, enviado a Salvarnos del peligro que nos acecha, y hacemos lo que nos manda.

Jesucristo ha venido a Salvarnos de este peligro por Voluntad de Dios Padre. Tanto amó Dios al mundo, que envió a Su propio Hijo a Salvarnos. El Demonio y la muerte no pueden contra Dios, así que seremos salvos si Creemos en Dios, le oímos y hacemos lo que nos manda. Esto quiere decir que la Salvación no es automática, no se impone a nadie. Requiere de nuestra voluntad. Requiere de nuestra aceptación, de nuestra anuencia. En otras palabras, a pesar de todo el esfuerzo desplegado por Dios y el Sacrificio de Su Único Hijo, si nosotros queremos, podemos perdernos para siempre.

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Juan 20,1-9 – vio y creyó

Vio y creyó

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

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Juan 20,1-9 vio y creyó

Juan – Capítulo 20 – ¿A quién buscas?

Reflexión: Juan 20,1-9

Si estuviéramos frente a una novela, este sería el núcleo: Creer. Ver y creer solo fue para unos cuantos escogidos, los suficientes e indicados, según el criterio Divino. Si hemos de creer, tendremos que hacerlo íntegramente. No podemos escoger tan solo aquello que nos gusta, nos acomoda o nos parece. Sin embargo creemos que esta es nuestra principal dificultad.

Nos resistimos a creer y cuando lo hacemos, pretendemos servirnos aquello que se nos antoja, como si se tratara de un bufet. Así, encontramos muchos que nos decimos cristianos, porque decimos creer en Cristo, sin embargo, no es necesario escarbar mucho para constatar que el Cristo en el que decimos creer no corresponde a las Escrituras, no del todo. Se trata más bien de una adaptación que se acomoda y calza perfectamente con aquello que nos gusta, con aquello que estamos dispuestos a creer, con aquello que nos parece razonable.

Incluso hermanos y hermanas muy inteligentes cultos y respetables, creen sin más que este proceder es correcto y cuando se ven cuestionados te espetan un: “eso es lo que pienso; eso es lo que creo”. Pero, si nos atrevemos a insistir un poco más, entonces harán uso de su escudo o coraza “impenetrable” tan denostada en los demás, pero tan apreciada cuando de nosotros se trata. Y es que somos muchos los cristianos que nos erigimos en la norma. Decimos creer en Cristo, pero en realidad creemos en nosotros o en un Cristo y un Dios creado a nuestra imagen y semejanza.

Poco a poco, sin mala intención, tan imperceptiblemente como equívocamente hemos ido creando un Dios a nuestro agrado, a nuestra imagen. Hemos tergiversado el Génesis. Le hemos dado la vuelta sin darnos ni cuenta. Hablamos y defendemos categóricamente todo aquello en lo que creemos. Interpretamos a Cristo y le oímos decir siempre lo que nos gusta, lo que aprobamos, que resulta siendo siempre lo más cómodo, lo menos reñido con el estilo de vida que hemos adoptado, que es tan bueno como el de las mayorías.

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Mateo 28,1-10 – Ha resucitado de entre los muertos

Ha resucitado de entre los muertos

Y ahora vayan enseguida a decir a sus discípulos: “ Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allí le verán.”

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Mateo 28,1-10 Ha resucitado de entre los muertos

Mateo – Capítulo 28

Reflexión: Mateo 28,1-10

Muchas veces anticipó el Señor lo que le sucedería. Todos estaban avisados, como seguramente lo estamos nosotros. Pero, tal vez igual que nosotros, ninguno entendía y mucho menos creía lo que el Señor estaba diciendo. Era como si tuvieran una venda que les impidiera entender esta parte del mensaje del Señor.

Él se refirió varias veces a este episodio y en el subrayó que habría de Resucitar, tal como estaba escrito. Pero, tal vez como ahora, por algún motivo este hecho era minimizado por quienes le seguían. Ahora muchos lo decimos, pero pocos lo llegamos a sentir íntimamente. Es como si no llegáramos a creer del todo. Y si no somos capaces de creer en este hecho, de admitirlo como verdadero, estamos negando lo más importante de nuestra fe.

Pues, tal como dice San Pablo. Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Dejemos de repetirlo y pensémoslo por un momento. ¿Qué sentido tiene toda la prédica de Jesús, Su vida y muerte, si no ha resucitado? Este hecho da el verdadero significado a todo. Así que podríamos decir que todo ocurre para que finalmente llegue este momento. Y, con él ya en la mano, ya en la historia de todo aquello que presenciamos, de todo aquello de lo que fuimos partícipes, podemos gritar sin ningún temor que Cristo es nuestro Salvador.

Cristo ha vencido a la muerte. Ha vencido a las fuerzas del mal, del pecado, de la oscuridad. Cristo ha vencido al Demonio. ¡Tal y como debía ser! Su Victoria es la nuestra. Porque por Él viviremos eternamente. Él nos ha limpiado de toda culpa, nos ha hecho dignos de alcanzar Sus promesas. Nos ha hecho dignos de la Vida Eterna. Sin Él esto sería imposible.

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Juan 13,1-15 – ustedes hagan como yo

Ustedes hagan como yo

…ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes.

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Juan 13,1-15 ustedes hagan como yo

Juan – Capítulo 13

Reflexión: Juan 13,1-15

En resumen: dar ejemplo. El Señor nos ha enseñado lo que debemos hacer: dar el ejemplo. Nos ha enseñado poniéndose Él mismo como ejemplo. ¡Qué fácil nos resulta exigir que los demás se porten de este u otro modo! ¡Qué difícil enseñar con el ejemplo! Para eso hay que ser coherente, consecuente. ¡Hay que practicar lo que se pretende enseñar!

Lo más difícil es mantener la coherencia, sobre todo cuando se trata de una disciplina exigente. Y, el camino que el Señor nos propone es exigente. No permite debilidades, ni flaquezas, aun cuando cuente con ellas, porque no somos perfectos, sino seres humanos falibles, aunque en camino a la perfección. Con una mano exigir y con la otra comprender.

Si por un lado hemos de reconocer que somos débiles, por el otro tenemos que estar dispuestos a dar nuestras vidas para alcanzar lo que el Señor nos ha prometido. Solo alcanzaremos la Vida Eterna si somos perfectos como nuestro Padre que está en los Cielos es perfecto. Parece una contradicción y una paradoja, pero no lo es.

Lo que ocurre es que estando llamados a transitar por este Camino, nos será imposible si no contamos con el Señor. Es Jesucristo quien lo hace posible. Si Él lo hizo, dándonos el ejemplo, nosotros también podemos hacerlo. Solo precisamos ponernos en Camino. El Señor se encarga del resto. Lo que es imposible para nosotros, es posible para Dios. Nosotros solos no alcanzaremos la Vida Eterna. Solo la alcanzamos con Él.

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Mateo 26,14-25 – El Hijo del hombre se va, como está escrito de él

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!

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Mateo 26,14-25 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él

Mateo – Capítulo 26

Reflexión: Mateo 26,14-25

Otra vez estamos frente a la moneda de dos caras. Por un lado Jesús habrá de partir conforme fue planeado, es decir, en cumplimiento de lo que estaba escrito. Esto quiere decir que en ello no hay nada improvisado; nada que debiera sorprendernos o cogernos desprevenidos. Jesús será crucificado, muerto, sepultado y al tercer día resucitará, tal como está escrito. Esto tenía que ocurrir para que se cumplieran las Escrituras.

Pero, tal parece que no tenía que ocurrir lo mismo con Judas, la otra cara. ¿Pudo Judas librarse de este papel? ¿Pudo haber escogido otra opción? Se nos ocurre que pudo haber evitado esta traición, lo que no hubiera impedido que Jesús cumpliera con Su Misión. Tal vez hubiera sido otro el que lo hubiera traicionado o tal vez la exigencia hubiera venido de otro lado. El Señor de todos modos habría de seguir hasta el final con el Plan de Salvación, pero su muerte hubiera podido llegar de otro manera.

De algún modo el Señor nos confirma que no había nada que hacer, que era necesario Su sacrificio para la salvación del mundo. Judas, en este caso, pero cualquier otro que lo hubiera traicionado, hubiera podido evitarlo, sin embargo la tentación, el error, la injusticia y el daño fueron de tales proporciones, que más le hubiera valido no haber nacido.

Él tenía que morir y resucitar para cumplir Su Misión. Alguien tenía que ser el causante mediato. Alguien tenía que confabularse; alguien tenía que traicionarlo; alguien tenía que entregarlo. Había varios a los que incomodaba y se la tenían jurada. Parecía más difícil encontrar a alguien entre los discípulos dispuesto a traicionarlo. Algunos tenían temor; otros estaban a la expectativa, pero todos huirían al incrementarse la presión y percibir la fragilidad con la que Cristo se disponía a afrontar esta amenaza.

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Juan 13,21-33.36-38 – Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre

Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre

«Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»

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Juan 13,21-33.36-38 Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre

Juan – Capítulo 13

Reflexión: Juan 13,21-33.36-38

Por el texto se hace evidente que los discípulos no comprendían nada de lo que estaba sucediendo, aun cuando estaban algo inquietos por todo lo que Jesús venía hablando ya desde hace varios días. Presentían algo y aunque Jesús había sido muy explícito con ellos, tenían una especie de venda en los ojos que les impedían ver y entender que estaba ocurriendo lo que el Señor les había estado anunciando.

Que Judas saliera a entregarlo, anticipaba la pasión, muerte y resurrección y con ellas, el cumplimiento de la Misión que le había sido encomendada por el Padre. Los tiempos de Dios son distintos, así que con la sola salida de Judas para Jesucristo estaba claro que estaba llegando el fin y que este, como no podía ser de otro modo, serviría para mayor Gloria de Dios y con ella, para Su propia Gloria, porque se estaba cumpliendo Su Voluntad: Salvarnos.

Creemos que es un momento muy apropiado para ponernos a reflexionar respecto a la Voluntad de Dios. Tal como podemos apreciar, todo ocurre conforme a Su Plan. Nada es casual y si es Voluntad de Dios, ocurrirá con o sin nuestra anuencia. Eso nos lleva a considerar que no somos indispensables, por lo tanto, lo que tenga que ser, será, estemos o no presentes, lo queramos o no.

Así expresado, nos da la impresión que estamos frente a una moneda de dos caras. No somos imprescindibles. Nuestra presencia o ausencia no será determinante, ello puede servir para librarnos de ciertas responsabilidades y culpas, sabiendo que era imposible que evitáramos lo que tenía que ocurrir, lo que nos puede servir de consuelo en ciertas ocasiones.

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Juan 12,1-11 – era ladrón

Era ladrón

Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.

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Juan 12,1-11 era ladrón

Juan – Capítulo 12 – de nuevo le glorificaré

Reflexión: Juan 12,1-11

Que el Señor nos libre de los dobles discurso y de la hipocresía. Señalando y culpando a otros con el único fin de conseguir nuestros propios y mezquinos propósitos. Nos ocupamos de presentar todo razonablemente para que todos nos aprueben, pero no es lo que a todos parece lo que buscamos, sino otros oscuros y egoístas intereses

Somos artistas de las apariencias, pero tras nuestros discursos solo hay frívola vanidad. No escatimamos en presentar falsos argumentos con tal de impresionar a nuestros interlocutores, para lograr su anuencia y consentimiento, pero nosotros sabemos que aun cuando nuestras razones suenan muy convincentes, pues por eso las urdimos, en realidad hay otros móviles inconfesables para nuestros actos.

Este proceder que así tan descarnadamente presentado nos produce tanta repulsa, es sin embargo más frecuente de lo que somos capaces de confesar. La expresión popular lo grafica como “no dar puntada sin nudo”, es decir que si algo aparentemente cedemos, no es por otra razón que por alcanzar nuestros propios objetivos que preferimos mantenerlos ocultos, para no dar a conocer la verdadera dimensión de nuestros actos, por estrategia, porque sabemos que en el fondo hay algo no muy santo en ellos.

Ejemplos muy burdos y terribles son el bombardeo de una ciudad ordenado aparentemente para proteger a inocentes, cuando sabemos que en el fondo todo lo que se persigue es activar o incrementar el inescrupuloso y mortífero mercado de armas, que deja significativas ganancias a quienes sostienen los gobiernos de los poderosos.

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Reflexiones cristianas de los Evangelios