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Juan 14,27-31a – No se turbe su corazón

No se turbe su corazón

“Les dejo la paz, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde. Han oído que les he dicho: «Me voy y volveré a ustedes.» Si me amaran, se alegrarían de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.”

Martes de la 5ª semana de Pascua | 09 de mayo del 2023 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

No se turbe su corazón

No hay nada porque ponerse nervioso o tenso. Claro esto resulta mucho más difícil para los discípulos cercanos, porque cada vez van tomando mayor conciencia de lo que han vivido. Cada vez les resulta más extraordinario. Hasta increíble, si no fuera porque realmente lo vivieron.

Y seguramente a algunos les ocurrió lo que también nos suele pasar. Nos olvidamos. Con el tiempo y la distancia, hasta empezamos a dudar de aquello que vivimos. ¿Cómo que no se turbe nuestro corazón? Si tal parece que de lo que estamos viviendo no hay quien nos salve.

Así llegamos a razonar, sin darnos cuenta que, en el fondo esto es una blasfemia. ¡Claro que sí! Estamos dudando a pesar de todas las muestras extraordinarias que nos ha dado del poder y control que Él tiene, sobre todo. ¡Como los discípulos, lo hemos vivido!

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Juan 13,21-33.36-38 – me seguirás

me seguirás

«Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».

Martes de la Semana Santa| 04 de Abril del 2023 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

me seguirás

Seguir a Cristo es la primera moción del Espíritu una vez que le damos la oportunidad de tocar nuestras vidas. Una vez que le abrimos la puerta, resulta difícil no sentirse identificado con Él. Brota naturalmente el deseo de seguirlo y con él Su promesa: me seguirás más tarde.

Es que el seguimiento de Cristo, contrariamente a lo que mundanamente estamos tentados a pensar, no depende de nosotros mismos, no depende de nuestras fuerzas o capacidades. Es Gracia que Dios concede a quien se deja tocar por Él, a quien lo deja entrar en su vida.

De allí que e verdadero seguimiento de Cristo sea capaz de conducirnos al sacrificio, incuso hasta el martirio y la muerte, de ser necesario. Seguir a Cristo es un asunto muy serio, pero al mismo tiempo, reiteramos, no depende de nuestras capacidades, sino de nuestra entrega a Su Voluntad.

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Juan 15,18-21 – Al elegirlos los he sacado del mundo

Al elegirlos los he sacado del mundo

«Si el mundo los odia, sepan que a mí me ha odiado antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no son del mundo, porque yo al elegirlos los he sacado del mundo, por eso los odia el mundo.

Sábado de la 5ta Semana de Pascua | 05 Mayo 2018 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

Al elegirlos los he sacado del mundo

Meditemos en aquello de habernos elegido. Es un concepto muy fuerte para asimilarlo de un momento a otro. Como muchos, pensaba que yo había decidido seguir al Señor. Ahora resulta que lo sigo porque Él me ha elegido.

¡Qué forma de elegir tan singular que tiene el Señor! Es muy distinta a la nuestra. Resulta que poco a poco y con la ayuda de nuestro discernimiento, la oración, los sacramentos y Espíritu Santo nos va persuadiendo que es con Él con quien debemos estar, que es a Él a quien debemos seguir.

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Marcos 12,35-37 – ¿Quién es el Cristo?

¿Quién es el Cristo?

Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?

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Marcos 12,35-37 ¿el Cristo es hijo de David?

Marcos – Capítulo 12

Reflexión: Marcos 12,35-37

Jesucristo se toma un tiempo para aclararles a los fariseos quién es Cristo en realidad. Ellos no quieren aceptarlo porque tienen la mente embotada. Ya han dejado anidar una idea ilógica en sus mentes y no están dispuestos a cambiarla. Se repite aquello de que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Jesús, a quien no podemos engañar, porque es la Luz que ha venido al mundo, atestiguando la Verdad, pone en evidencia la falta de lógica que sustenta la posición de los fariseos, que se resisten por soberbia a reconocer que Él es el Cristo, el Ungido, el Mesías, el Salvador.

Este rechazo de los fariseos a reconocer lo que es evidente, lo comparten hasta hoy con los judíos, quienes, por lo tanto, siguen esperando al Mesías prometido. Jesucristo no solo demostró con lógica su error citando las mismas Escrituras, sino que Su propia vida fue la mejor prueba que respalda Su afirmación.

Jesucristo es el Cristo, el Mesías, el Salvador prometido del que hablan las Escrituras. No solo procede del mismo linaje de David y en ese sentido podríamos decir que es su descendencia, sino que además es Hijo de Dios, tal como lo revela en varias ocasiones en los Evangelios, desde su concepción en el seno de la Santísima Virgen María.

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Lucas 24,46-53 – Promesa de mi Padre

Texto del evangelio Lc 24,46-53 – Promesa de mi Padre

46. y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día
47. y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
48. Ustedes son testigos de estas cosas.
49. «Miren, yo voy a enviar sobre ustedes la Promesa de mi Padre. Por su parte permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos de poder desde lo alto.»
50. Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
51. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
52. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo,
53. y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

Reflexión: Lc 24,46-53

Con este fragmento termina el Evangelio según San Lucas. A través de él, con los discípulos, hemos sido testigos que todo ha ocurrido como estaba escrito, es decir, conforme a un plan, el Plan de Dios. Con la Ascensión del Señor es coronado el episodio de su muerte y resurrección, anticipada por las Escrituras y fundamento de nuestra fe. Porque como dice San Pablo: y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe (1 Corintios 15,14). Como diríamos coloquialmente, este fragmento cierra los evangelios con broche de oro. El Señor mismo no puede dejar de recordarnos por última vez que todo ocurre conforme fue escrito. Es importante ello, para suscitar nuestra fe, pues no hay nada aquí dejado al azar, sino que hay una Voluntad Superior, que es Dios, que todo lo tiene Planeado, hasta el menor detalle, por lo tanto, nada sucede si Él no lo permite, lo cual es confirmado en otro pasaje por el mismo Jesús cuando nos dice: Y hasta los cabellos de su cabeza están todos contados (Mateo 10,30). No tenemos pues entonces nada que temer, porque tal como Jesucristo nos ha revelado, Dios es nuestro Padre y nos ama desde siempre, porque así lo quiere Él y nos ha destinado a vivir eternamente a Su lado, para lo cual -como garantía que Su Voluntad será cumplida-, ha enviado a Su Único Hijo Jesucristo a Salvarnos del pecado y de la muerte, lo que Jesucristo ha hecho derramando Su preciosísima sangre en la cruz y resucitando, mostrándonos de este modo el amor más grande que nadie puede tener por nosotros y garantizando así que el Camino es el Amor que debemos a Dios y unos a otros. Para alcanzar la Promesas de Dios -las que de hecho vemos cómo se van cumpliendo, primero con Cristo mismo, quien es resucitado como anticipo de nuestra propia resurrección-, debemos amarnos. Finalmente, todo esto es posible con el envío del Espíritu Santo, esa fuerza extraordinaria que en este pasaje Lucas llama la Promesa de mi padre, porque en ella se sintetiza todo el amor de Dios. No existe poder ni Gracia más grande que la que Dios nos promete. «Miren, yo voy a enviar sobre ustedes la Promesa de mi Padre. Por su parte permanezcan en la ciudad hasta que sean revestidos de poder desde lo alto.»

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