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San Juan 3,1-8 – hemos de nacer de nuevo

hemos de nacer de nuevo

«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu». Hemos de nacer de nuevo.

Lunes de la 2ª semana de Pascua| 08 de Abril del 2024 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

nacer de nuevo

Si venimos siguiendo y meditando las lecturas de los Evangelios de las últimas dos semanas, una de las conclusiones a las que seguramente habremos arribado es que el Señor, siendo hombre, como nosotros, tiene un modo de pensar totalmente distinto, que muchas veces nos desconcierta.

Así, queda bastante claro que Sus discípulos lo seguían deslumbrados por todo lo que veían y oían. Sin embargo, el desenlace, aunque Jesús y las mismas Escrituras lo anticipaban, ninguno lo esperaba. No les cabía en la cabeza. Esperaban otra cosa.

Incluso, una vez resucitado, fue muy discreto. Más de uno se hubiera sentido muy contento si Jesús se presentaba a los sumos sacerdotes y autoridades a restregarles Su victoria. Pero no fue así. Incluso entonces su proceder fue distinto. Hay que nacer de nuevo para entenderlo.

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Juan 15,18-21 – Al elegirlos los he sacado del mundo

Al elegirlos los he sacado del mundo

«Si el mundo los odia, sepan que a mí me ha odiado antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no son del mundo, porque yo al elegirlos los he sacado del mundo, por eso los odia el mundo.

Sábado de la 5ta Semana de Pascua | 05 Mayo 2018 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

Al elegirlos los he sacado del mundo

Meditemos en aquello de habernos elegido. Es un concepto muy fuerte para asimilarlo de un momento a otro. Como muchos, pensaba que yo había decidido seguir al Señor. Ahora resulta que lo sigo porque Él me ha elegido.

¡Qué forma de elegir tan singular que tiene el Señor! Es muy distinta a la nuestra. Resulta que poco a poco y con la ayuda de nuestro discernimiento, la oración, los sacramentos y Espíritu Santo nos va persuadiendo que es con Él con quien debemos estar, que es a Él a quien debemos seguir.

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Juan 17,11b-19 – tu palabra es verdad

Texto del evangelio Jn 17,11b-19 – tu palabra es verdad

11b. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros
12. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.
13. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
14. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
15. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
16. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
18. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
19. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.

Reflexión: Jn 17,11b-19

El seguimiento de Jesús nos va llevando poco a poco a distanciarnos del mundo, al punto que ya no lo comprenderemos, ni nos comprenderá. Por eso Jesucristo ora por nosotros y lo hace de forma realmente conmovedora pidiendo dos cosas que son fundamentales y que debemos tener en cuenta siempre en nuestras oraciones: la unidad entre nosotros y con Él y la consagración en la verdad. Solo del respeto y esta profunda relación de amor puede surgir la unidad. Ciertamente en principio el amor es solamente de Dios, porque Él nos ha amado primero; porque Él nos ha escogido y querido aun antes que hubiéramos nacido. Este amor solo busca ser correspondido y lo hacemos cuando amamos al prójimo como a nosotros mismos. Si bien es cierto que es algo que brota naturalmente de nuestros corazones, también lo es que debemos aprender a cultivar, porque el mundo, del que se esfuerza por preservarnos el Señor, promueve exactamente lo contrario como lo más apetecible y natural para el ser humano: el egoísmo. Es así que hemos desarrollado las sociedades en las que vivimos, en las que el hombre no solo está de espaldas a Dios, sino que vive de espaldas a los demás, induciendo a los hombres y mujeres a creer y pensar que solo les será posible encontrar la felicidad si se enfocan en sí mismos y la procuran a cualquier precio, incluso a costa de los demás. Ello constituye un disparate a todas luces, porque jamás hubiéramos podido construir nada y ni si quiera subsistir un solo día si no hubiéramos aprendido a compartir, viviendo en comunidad, empezando por la célula básica de la sociedad: la familia. Quien pretende ignorarla o destruirla no puede estar nada más que desquiciado. Lamentablemente existen corrientes muy poderosas en nuestro mundo que han enfilado su artillería más pesada contra ella. No podrán destruirla ni acabarla porque más fuerte es la unidad, el amor y el Señor que ha vencido al mundo, pero si harán mucho daño a sus miembros, como lo estamos viendo. Por eso, hoy como entonces, debemos unir nuestras plegarias a las de Jesús. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.

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