El Padre está en mí
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, créanlo por las obras. En verdad, en verdad les digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago

Reflexión: Juan 14,7-14
Dos reproches seguidos hace el Señor a los discípulos. Primero a Tomás, quien no sabe a dónde va y ahora a Felipe, que pide que les dé a conocer al Padre. Pero hace rato que el Señor viene manifestando que quien le conoce a Él, conoce al Padre, porque Él no hace sino la Voluntad del Padre, aquello que Él le manda. ¿Y, qué le ha mandado? Salvarnos. Para eso ha venido Jesucristo al mundo, no para condenarnos. Y es que el Padre no quiere que ni uno solo de Sus hijos se pierda. Esta ha sido la tarea encomendada a Jesús.
Todo lo que hace el Señor acredita lo que dice, por eso nos pide creerle, sino por su Palabra, al menos por las obras que realiza. Y son muchas las cosas extraordinarias que ya hemos visto a través de los discípulos y aun lo veremos resucitar al tercer día de entre los muertos y ascender al cielo. Todo eso es posible porque Él ha venido enviado por Dios; porque es Hijo de Dios y porque Éste le ha encomendado una Misión: Salvarnos. ¿Cómo hacerlo? Mostrándonos el Camino que conduce a Dios. ¿Por qué habríamos de creerle? Porque Sus obras acreditan sus Palabras.
Es preciso creer para salvarnos, porque solo creyendo haremos lo que nos manda. ¿Por qué? Porque Sus mandatos son exigentes, requieren sacrificio y entrega de nuestra parte. Lo que Dios nos manda, por boca de Jesucristo, es contrario a los caminos de este mundo. Jesucristo nos manda amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, en un mundo en el que cada quien quiere hacer o que le viene en gana, según sus deseos y comodidad, en el que se rinde tributo al dinero, a la fama, al placer y al egoismo; en un mundo donde pocos están dispuestos a sacrificarse por los demás.
¿Por qué hacer lo que Cristo nos manda? Solo porque Él dice que es el Hijo de Dios. ¿Qué pruebas nos presenta? Porque dice que Dios es nuestro Padre y que nos ha creado para que tengamos vida en abundancia. ¿Por qué habríamos de creerle, si encima amenaza nuestra comodidad y nuestras riquezas? ¿Por qué habríamos de dejar todo lo que tenemos y cambiar de camino? Solo si tuviéramos la certeza de una gran recompensa, que lo justifique, lo haríamos. Pero hay algunos entre nosotros que somos inmensamente ricos…¿Cómo vamos a dejar nuestro dinero, nuestros bienes y propiedades? ¿A cambio de qué? ¿Con qué seguridad? Por eso, tal como dice el Señor, ellos difícilmente entrarán en el Reino de los Cielos.
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